A Anote Kong, presidente del pequeño Kiribati, en el sur del Pacífico, le preocupa que la bandera de su país (en la que se ve el mar, el sol, una gaviota y ninguna porción de tierra) acabe siendo la imagen exacta de lo que será este archipiélago. Es decir, nada, absolutamente nada, un territorio engullido por el aumento del nivel del mar a causa del cambio climático. "Puede que estemos ya en el punto de no retorno, que en poco tiempo nuestras pequeñas islas acaben sumergidas", aventuró ayer Kong. Ni la fecha, el Día Mundial del Medioambiente, ni el lugar elegido, Nueva Zelanda, son anecdóticos: de cumplirse su catastrófico vaticinio, el vecino país austral sería el destino más probable de los poco menos de 105.000 habitantes de Kiribati.
"El cambio climático, para nosotros, no es una cuestión de crecimiento económico, sino de supervivencia", insistió el presidente, cuyos cálculos señalan que, en el peor de los casos, los 33 atolones de Kiribati, con alturas máximas de escasos metros, acabarán bajo el océano Pacífico antes de final de siglo.
El archipiélago no está solo en esta dramática situación. Los habitantes de la vecina Tuvalu lo tienen aún peor, ya que apenas se encuentran a cinco metros sobre el nivel del mar. Hace dos años y medio, durante la Cumbre del Clima celebrada en Montreal (Canadá), su Gobierno presentó un plan de evacuación que consistía en trasladar a sus 10.200 ciudadanos a Nueva Zelanda en el caso de que el agua les llegue literalmente al cuello.Según el presidente de Kiribati, algunos de los que viven en localidades costeras del archipiélago ya han tenido que abandonar sus centenarias residencias debido a los efectos del cambio climático.
(Fuente: El Periodico)
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