"Los atroces asesinatos de cuatro niñas para satisfacer sus deseos sexuales no dejan espacio para la indulgencia", concluyó en el 2006 Tokiyasu Fujita, magistrado del Tribunal Supremo de Japón, al confirmar la sentencia de muerte contra Tsutomu Miyazaki. Ayer, a la japonesa, es decir, sin previo aviso público, las autoridades penitenciarias niponas informaron de que Miyazaki acababa de ser ejecutado en la horca. Moría así un criminal que entre 1988 y 1989 violó y asesinó a cuatro niñas de entre 4 y 7 años.
Parecía un hombre tranquilo en el taller de impresión gráfica donde trabajaba con su padre en Saitama, cerca de Tokio. Sin embargo, Miyazaki, considerado el Hannibal Lecter japonés, descuartizó a las víctimas, bebió su sangre, se comió algunos miembros, durmió con sus restos e incineró en un horno sus manos y pies para enviar las cenizas y huesos a las familias. Además, remitió a los medios cartas en las que una mujer se atribuía los asesinatos.
Miyazaki fue arrestado en julio de 1989 tras ser atacado por el padre de una pequeña de la que estaba abusando en un parque. Durante los registros en su domicilio, la policía encontró 5.700 vídeos pornográficos y de terror, entre ellos algunas grabaciones de lo que hizo con las menores. Eso le valió apelativos como el Asesino de la niña pequeña, el Monstruo de Saitama y el Asesino otaku, término con el que los nipones denominan a los jóvenes asociales fanáticos de los cómics manga. Sus crímenes abrieron un debate sobre si el porno y los tebeos ultraviolentos estaban creando una generación de japoneses insensibles al dolor ajeno.
Durante el juicio, el asesino en ningún momento perdió la calma ni mostró arrepentimiento alguno. Tampoco lamentó que su padre se suicidase en 1994 al no poder asumir las atrocidades que llevó a cabo su hijo. Es más, Miyazaki llegó a señalar que cuando se produjeron los hechos estaba "viviendo como en un sueño". Y lo que es peor, siempre se declaró inocente asegurando que las niñas habían sido asesinadas por el hombre rata, una especie de monstruo de manga que aparecía para asesinar a las menores cuando estas lloraban. Diversos forenses certificaron que Miyazaki sufría esquizofrenia, a pesar de lo cual los jueces lo consideraron plenamente responsable de sus acciones.
Ayer también fueron ahorcados otros dos presidiarios condenados asimismo por asesinato, con lo que Japón ya ha ejecutado a 10 personas en lo que va de año y se calcula que un centenar más esperan la misma suerte.
La sociedad nipona, marcada por un códigos de comportamiento extremadamente corteses y acostumbrada a vivir con uno de los índices de criminalidad más bajos del mundo, queda periódicamente conmocionada por casos de asesinatos en serie de una crueldad inusitada que reciben una gran atención por parte de los medios de comunicación.
Hace solo una semana un joven mató a siete personas en Tokio, primero arrollando a varias con un camión en una zona peatonal y luego apuñalando indiscriminadamente a cuantos encontró en su camino.
(Fuente: El Periodico)
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